A las mujeres a las que les gustan los hombres, les gustan, al parecer, musculosos. Esto es una ventaja para quienes son así por narturaleza, por supuesto, porque les facilita las cosas y les proporciona más oportunidades de emparejamiento. Y aunque algunos quizás no sean del todo conscientes, esa es seguramente la razón por la que tantos hombres dedican muchas horas en el gimnasio a esculpir su “relieve” corporal. Pero resulta que esto de los músculos tiene también sus desventajas. Veamos por qué.
En el artículo “Ellas los prefieren musculosos” me referí al dimorfismo sexual de la especie humana. Aunque en tamaño y masa total, hombres y mujeres no somos tan diferentes, sí lo somos en lo que se refiere a los componentes de esa masa. Las mujeres tienen mucho más tejido graso y los hombres tienen más musculatura, y las razones de esa diferencia tienen, desde una perspectiva evolutiva, sentido en términos adaptativos. Así, los tejidos grasos femeninos cumplen la función de ser el almacén de los lípidos con los que en algún momento se construirá el tejido cerebral de la progenie y se destinará a la producción de leche para alimentarla. Y los músculos masculinos proporcionan a los hombres la fuerza con la que luchar con otros hombres por la pareja femenina. O eso es al menos lo que opinan investigadores especialistas en este campo. [En el artículo "Ellos construyen..." he discutido esta cuestión con algún detalle]
La testosterona es la hormona que induce la síntesis de proteínas que proporciona a los hombres esa musculatura a la que me he referido. Los hombres con mayores niveles de testosterona en sangre tienen también mayor volumen muscular y mayor masa corporal (descontando la masa lipídica). Por otro lado, y al parecer, los hombres con mayor masa muscular tienen su primera relación sexual a edades más tempranas y tienen más parejas sexuales. Estos dos datos son acordes con la idea de que a las mujeres les gustan más los hombres musculosos.
El problema para los hombres es que no todo son ventajas, porque construir y mantener esos músculos tiene sus contrapartidas. Por un lado, desde el punto de vista energético, resulta mucho más caro mantener un cuerpo musculoso que uno que no lo es. El hecho de que los hombres ingieran un 50% más de energía que las mujeres tiene mucho que ver con eso, y además, sabemos que existe una fuerte correlación entre la masa muscular y los requerimientos diarios de energía. Por esa razón, los hombres que desarrollan una musculatura poderosa han de hacer frente a necesidades alimenticias muy superiores. Esto es algo que carece de relevancia en las sociedades opulentas de hoy, pero era una cuestión crítica en las sociedades humanas del pasado y aún lo es en algunas sociedades actuales en las que se vivía, o se vive, al límite mismo de la supervivencia.
Por otro lado, la testosterona que estimula la síntesis de proteínas musculares tiene otros efectos desfavorables. Parece ser que la testosterona ejerce efectos negativos sobre la inmunidad “nativa”, que es como se denomina a la relativa a la respuesta inespecífica, inmediata, a una infección. En distintas especies animales se ha observado que existe correlación negativa entre concentración sanguínea de testosterona y ciertos indicadores cuantitativos de inmunidad. En lo que a la especie humana se refiere, lo cierto es que mueren más hombres que mujeres por efecto de infecciones (también si se descuenta el efecto del SIDA) y al parecer, la inmunidad nativa es menor en los hombres con mayor masa muscular.
Así pues, la selección sexual ha podido favorecer cuerpos masculinos musculosos que, al parecer, facilitan el acceso a parejas reproductivas. Pero los costes asociados a poseer una musculatura poderosa han podido conducir a que la selección natural haya favorecido otro tipo de patrones corporales masculinos, menos musculosos, ya que un gran desarrollo muscular ha podido conllevar costes de supervivencia debidos a una alta necesidad de alimento y a una inmunidad débil. Es posible, por lo tanto, que sobre el desarrollo muscular masculino hayan actuado presiones selectivas contrapuestas y que fruto de esas presiones existan muy diferentes niveles de “muscularidad”, ya que por unas razones (mayor fertilidad) o por otras (mayor supervivencia), todos esos niveles han proporcionado un grado similar de ajuste o éxito en términos evolutivos (fitness).
Fuente: William D. Lassek y Steven J. C. Gaulin (2009): “Costs and benefits of fat-free muscle mass in men: relationship to mating success, dietary requirements, and native immunity” Evolution and Human Behavior 30: 322-328.